Verde, ámbar y rojo. La luz del semáforo detiene el tiempo. .. mientras los motores y los pensamientos rugen.
Mientras cruzan apresurados los peatones, un hombre se
detiene en medio de la calle e inicia su actuación haciendo juegos malabares
con tres bolos …. “Otro pedigüeño” - piensan algunos - mientras suben,
cautelosos, el cristal de las ventanillas.
El juego aéreo va cobrando mayor intensidad y atrapa las miradas hipnóticamente…
cuando de repente un bolo sale disparado hacia lo más alto, es muy improbable
que pueda volver a atraparlo, pero lo consigue, sonríe, hace una reverencia a
su público y se quita el sombrero para ofrecerlo a la voluntad de los asombrados. En ese preciso instante el tiempo se
desatasca, suenan los claxons y el rebaño mecánico vuelve a rugir y sale en
estampida.
El artista no controló el intervalo de detención y su
esfuerzo no ha recogido el fruto merecido. Sonríe, con apuros se aparta de la
vía y se une a los peatones que esperan
junto a la acera.
Llevaba días intentando dibujarlo
pero no encontraba la oportunidad. El viernes me detuve, dejé las bolsas de la
compra, me senté en la escalera de una oficina bancaria y saqué el cuaderno
para concentrarme en la actuación. Cuando terminé y me disponía a pedirle su autógrafo,
ya se había ido.
El sábado volvimos a coincidir,
y en una de los intervalos del semáforo le pedí su autógrafo. Me sonrió con
asombro ante la modesta muestra de mi interés por él, con cara simpática y
agradecida valoró el dibujo mientras le señalaba que el artista era él, y por eso le
pedía su autógrafo, o su dedicatoria, en la esquina del dibujo que él
prefiriera. Me escribió en verso un rap.
En apenas unos minutos, mientras
pensaba que escribir, señaló que no todos
estamos predispuestos para “saber mirar” que “cada uno es un artista”, que él compone música y rapéa, que en nuestro
mundo moderno todos estamos aquejados de un mismo mal, de no acallar los
pensamientos imparables, y que por ser una enfermedad común no la percibimos y
la llamamos normalidad y, no obstante, cuando
uno consigue detener los pensamientos, y el tropel de preocupaciones, el
presente se hace “sagrado”.
Por eso un día decidió vivir, solo, en la copa de un árbol
en Barcelona, y que la gente pasaba por debajo sin notar su presencia. Me contó
de su familia en Colombia, de su música, de sus videos en YOUTUBE y más cosas, en
unos pocos minutos. Le dije que le regalaría una copia del dibujo y así lo hice.
Púrpura, rojo y verde,
los bolos danzan. De repente el
bolo rojo sale disparado hacia lo más alto…. Y durante un instante queda suspendido,
ingrávido, en el aire... Pero el tiempo sigue y el bolo empieza a caer ... cuando el verde ya vuelve a ser lanzado !
Hoy le he pedido permiso para hacer una reseña en el blog y enlazar con sus videos.
Me ha dicho que sí.
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